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¡Así Nos Vieron! (página 2)




Enviado por alospino



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Pero la riqueza informativa más
detallada sobre los aspectos de la vida cotidiana en Santa Marta,
la encontramos en las abundantes fuentes
documentales de los viajeros del siglo XIX, originadas primero
con las misiones diplomáticas naciendo la
República de la Nueva Granada; luego, con las
correrías de comerciantes y científicos europeos en
la segunda mitad de este siglo.

Los recorridos de estas descripciones y
relatos, se inician con la llegada del hombre
europeo, que marca una nueva
historia para los
territorios recién descubiertos y habitados por culturas
organizadas, asentadas desde muchos siglos atrás. Las
"Indias Occidentales" o el "Nuevo Mundo", nombre con que se
conoció al continente americano en los inicios de la
dominación española, se convirtió en el
escenario de magistrales crónicas y de noticias
inverosímiles, comparables si se quiere a la esencia de la
escuela literaria
del "realismo
mágico".

Los accidentes
geográficos son presentados con las más fantasiosas
revelaciones enmarcados en ensueños dorados, que se
constituyeron en el eje referencial de estas descripciones. No
obstante, el bajo perfil cultural de los aventureros que
conformaron estas empresas, no
faltó en ella el personaje letrado encargado de llevar a
la posteridad, los cuadros pintorescos en los que el verdor de la
naturaleza se
fusionaba con situaciones irreales, salpicadas de alucinantes
hipérboles y fantasiosas metáforas.

Anuncio
venta de
esclavo

El Látigo

Santa Marta, 26 de septiembre de 1850

Hemeroteca Luís López de Mesa,
Banco de la República

Las descripciones más antiguas que se
conocen de la Provincia de Santa Marta pertenecen al siglo XVI,
realizadas por geógrafos y religiosos como Martín
Fernández de Enciso, Fernández de Oviedo y
Valdés, fray Pedro de Aguado y Juan López de
Velasco. Ellos, como otros, destacaron la geografía del litoral
norte, calculando las distancias que había entre una
población y un accidente geográfico.
Referenciaron el clima, los frutos
naturales y el potencial aurífero de las laderas de la
Sierra Nevada de Santa Marta y otros metales hallados.
Informaron sobre las importantes organizaciones
indígenas como La Ramada, Bonda, Posihueica y Tairona,
manifestando su grado de gobernabilidad y las
compañías religiosas establecidas; entre ellas la
dominica y franciscana.

Los navegantes españoles, al igual que
los posteriores viajeros europeos de los siguientes siglos, se
extasiaron con el maravilloso espectáculo avistado desde
alta mar, cuando desde el horizonte visual, iban emergiendo
lentamente los dos picos blancos de la Sierra Nevada de Santa
Marta.

El recorrido por este paraíso natural
formado en la bahía de Santa Marta y antesala del
incipiente asentamiento urbano, se iniciaba con el hemiciclo
rocoso formado por los cerros circundantes y la extensa playa de
arenas blancas sombreada por numerosos follajes, bañada
por las tranquilas aguas azules del mar Caribe, semejando un
espejismo o paraíso natural; impresión producida
más por la realidad, que por el cansancio óptico
soportado por los cuatro meses de travesía en un mar de
dificultades y agua salada.
Allí acudían las sedientas tripulaciones a
refrescarse con las cristalinas aguas dulces del río
Manzanares, hacían sus radas, aparejando lo indispensable
para las largas jornadas en procura por llegar a los territorios
internos a través de dos rutas: por el río
Magdalena o incursionando los bosques infestados de los
más aguerridos nativos.

Las informaciones del siglo XVII son escasas,
encontramos los informes de
Antonio de Herrera y el capitán Sebastián
Fernández de Gamboa, esto obedece de alguna manera al
descuido de la monarquía española, instaurada por
la Casa de Austria, respecto a las colonias americanas; aunque la
realidad histórica de Santa Marta no pudo ser muy
diferente a su situación de segunda mitad del siglo XVI.
Otro aspecto tiene que ver con las desapariciones de los archivos durante
las continuas quemas de la ciudad en esta época. Por
fortuna, los informes de los ingenieros militares, religiosos y
funcionarios al servicio de la
Corona española durante el siglo XVIII; como, José
Nicolás De la Rosa, Ignacio Sala, Pedro Murillo Velarde,
Antonio de Arévalo, Antonio de Narváez,
Giandoménico Coletti, Agustín Crame, Antonio de
Alcedo, Francisco de Silvestri, Antonio Julián y Francisco
Fidalgo, nos ofrecen un panorama generalizado de esta ciudad,
gracias al orden impuesto en el
trono español
por los Borbón, abriendo esa centuria.

Las impresiones descritas por los viajeros del
siglo XIX, son el fiel reflejo del atraso del mundo colonial
hispanoamericano con respecto al mundo europeo y del escaso
desarrollo de
las nuevas repúblicas. La expulsión del dominio
español de tierras americanas en el primer cuarto de ese
siglo, sorprendió a Santa Marta en una situación
física
desventajosa respecto a otras ciudades del litoral Caribe.

Esfumada cualquier posibilidad de
enfrentamiento bélico por los acontecimientos
político-militares en Europa y América, el propósito de estas
nuevas repúblicas fue actualizarse con el mundo
político-cultural europeo. Los nuevos gobiernos abren las
fronteras, establecen los primeros contactos diplomáticos
con las viejas naciones e inician la apertura comercial a nuevos
mercados; por
otro lado, los científicos europeos muestran su interés
por develar los misterios
geográficos y botánicos organizando exploraciones
hacia estos territorios del Hemisferio Occidental.

Jóvenes de Santa Marta

Dibujo a plumilla

Anónimo, inserto en la obra de
Elisée Reclus, Voyage á la Sierra Nevada de
Sainte-Marthe
, 1861

La visión vanguardista del mundo
europeo valorada en la subjetividad de los viajeros extranjeros,
queda reflejada en las primeras impresiones sobre la Santa Marta
del siglo XIX. Entre esos tenemos a: John Hankshaw, inglés,
(1823); Charles Stuart Cochrane, inglés (1823); John
Potter Hamilton, inglés (1823); Carl August Gosselman,
sueco (1825); Auguste Le Moyne, francés (1828); Rensselaer
Van Rensselaer, estadounidense, (1829); John Steuart,
estadounidense (1835); Simón Camacho, venezolano (1842);
Florentino González, colombiano (1846); Elisée
Reclus, francés, (1855); Isaac Holton, estadounidense
(1852); Lionel Osborne, inglés (1852); Miguel María
Lisboa, brasilero, (1853); Alphons Stübel, alemán
(1868); Wilhelm Reiss, alemán (1868); Henri Candelier,
francés, (1889); Charles Saffray, francés (1869) y
Pierre D’Espagnat, francés, (1898).

Facsímiles de los cabezotes de la prensa de Santa
Marta, siglo XIX

Hemeroteca Luís López de Mesa,
Banco de la República

Todos coinciden en presentar la ciudad en un
lamentable estado de
miseria, considerándola el peor lugar del mundo; para
otros su panorama urbano era tan insignificante que se limitaron
a admirar la esplendorosa naturaleza circundante. El consenso
generalizado de los viajeros, es la presentación de un
cuadro triste y angustioso, que en su esencia es el producto de la
postración socioeconómica a la que estuvo sometida
Santa Marta durante la dominación española; aunada
a la destrucción ocasionada por el fuerte temblor de 1834.
Si bien es cierto, el poco interés de los viajeros por el
aspecto arquitectónico de la ciudad, hay que reconocer la
franqueza por el realismo imponente expresado para valorar la
riqueza del medio geográfico y natural de la
región, que aún en la actualidad es admirada por
otros.

Entre los viajeros europeos que nos dejaron un
importante legado visual tenemos a los franceses François
Désiré Roulin (1823) y Auguste Le Moyne (1828), con
sus preciosas acuarelas; el inglés Joseph Brown (1840),
con los dibujos a
tinta negra; su compatriota Edward Walhouse Mark (1843-1856), con
el interesante seriado de acuarelas y por último, el
francés A. Slom (1893), con un grabado portuario insertado
en una de las obras de Elisée Reclus. A todos ellos
sumemos la colección bolivariana del venezolano Carmelo
Fernández (1842), tarea encomendada por el gobierno
venezolano durante el traslado de los restos del Libertador
Simón Bolívar
desde Santa Marta a Caracas.

Las crónicas escritas por franceses,
ingleses, alemanes y suecos fueron en su momento traducidas al
español, la tendencia de estas descripciones están
relacionadas con el grado cultural y el oficio de cada uno de
ellos. Examinando estas memorias de
variadas informaciones encontramos tres tendencias: las de orden
político por la fecha de sus visitas cuando aún se
gestaba la república, por los ingleses Hankshaw, Cochrane
y Hamilton; las crónicas de tipo sociológico
escritas principalmente por el sueco Gosselman y los franceses Le
Moyne, Reclus y Candelier; y las naturistas, escritas por los
alemanes Stübel, Reiss, Saffray y D´Españat,
estos últimos franceses.

Los caminantes de este siglo, iniciaban sus
relatos con una descripción geográfica del lejano
sistema
montañoso independiente de la Sierra Nevada de Santa
Marta, para luego ocuparse de la forma de la bahía y
contextualizarla con un apunte climático. A Santa Marta se
accedía a través de dos rutas: por mar, cuyo faro
eran los picos blancos de la Sierra Nevada de Santa Marta y desde
Barranquilla, a través de los caños de la
Ciénaga Grande de Santa Marta, ruta utilizada desde los
tiempos de la colonia. La ruta por tierra desde
La Guajira, era poco utilizada por el peligro que representaban
los indígenas.

El primer diagnóstico de los viajeros sobre Santa
Marta consistía en el contraste de las favorables
condiciones que ofrecía la bahía y de la misma
manera las incomodidades por los métodos
empleados en las operaciones de
desembarco. Algunas situaciones vividas por las dificultades
propias de la época, producto de las fatigantes jornadas y
los obstáculos imperantes de la geografía
colombiana, son narradas como verdaderas proezas, apreciaciones
sugestivas propias de una obra épica. Otro aspecto
interesante anotado en las crónicas, es la amabilidad y
hospitalidad del samario ante los visitantes; el hecho de
integrar a la fiesta a los curiosos que se amotinaban a observar
en la puerta de la casa, era un detalle muy simpático para
ellos.

Los relatos están repletos de detalles
de la vida cotidiana de la Santa Marta del siglo XIX, desde el
delicioso baño matinal en el río Manzanares, la
rutina del mercado y las
entretenciones, hasta la variedad de bailes de la época
como las danzas españolas, los valses franceses y los
bailes autóctonos, como los cantos y palmoteos alrededor
de una gaita, observado por un viajero en la población
indígena de Gaira.

Anuncio del servicio de la
Compañía de Ferrocarril de Santa Marta

The Santa Marta Railway Company,
Limited

El Estado

Santa Marta, 23 de julio 1924. Año IV,
Núm. 371

Archivo Histórico del Magdalena

Estos peregrinos en sus relatos advierten un
choque de costumbres, se quejaban de los estragos ocasionados por
los mosquitos, terrible incomodidad a la hora de dormir y las
peripecias aéreas efectuadas al pretender descansar en una
hamaca. El menú de la comida criolla samaria, tampoco era
del agrado de los comensales europeos, acostumbrados a otra dieta
alimenticia.

Respecto a los rasgos fisonómicos
apuntan la presencia de un fuerte mestizaje con más
presencia indígena que blanca; en general estas
descripciones presentan los perfiles de la gente con el
más insignificante detalle. Pero es el francés
Elísee Reclus, el que hace un análisis mucho más profundo,
relacionando proporcionalmente al nativo de Santa Marta con su
medio natural, dominado por los efectos de la alta temperatura,
es decir que la pereza o flojera del samario es más un
fenómeno físico que cultural.

Anuncio de una función de
cine en el
Teatro
Variedades

El Estado

Santa Marta, 29 de julio 1924. Año IV,
Núm. 375

Archivo Histórico del Magdalena

Este aspecto tiene que ver con la costumbre en
Santa Marta de permanecer las casas con las puertas abiertas
durante el día. Esta condición afecta tanto al ser
humano como a los animales. De la
misma manera, anotaciones como la de nuestro coterráneo
Florentino González, al regresar de Europa, advierten el
crónico fenómeno genético o cultural del
samario, reflejado por el poco interés hacia el progreso;
él, lleno de ideas analizaba el problema del agua y
reflexionaba.

Por otra parte, nos atrevemos a decir que la
narración más profunda escrita sobre Santa Marta,
corresponde a la lírica descripción del geógrafo Reclus, a
quien la naturaleza de la región seduce sus sentidos,
fuente de inspiración evocadora de la más admirable
pluma.

Por otro lado, una de las memorias más
conmovedoras por el manejo literario que influye en los continuos
cambios de ánimo al lector, es el relato del escritor y
diplomático francés Pierre D´Espagnat;
destacamos su matizada agudeza sicóloga, el
análisis reflexivo a veces deprimente y prosaico, al
connotar la historia de Santa Marta de época
española.

Respecto al siglo XX, la información
geográfica de Manuel Zamora y las crónicas del
francés Felix Serret y el colombiano Alberto Luna
Cárdenas, ofrecen una visión diferente de Santa
Marta respecto a los siglos anteriores, producto quizá de
la nueva vocación económica en torno a la
exportación del banano y la construcción del ferrocarril; con ellos se
cierra el ciclo de información de esta ciudad.

 

Por:

Álvaro Ospino Valiente

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